Oh espíritus angélicos, que acompañáis a Jesús en los sagrarios, donde está
realmente presente, defendedlo de cualquier profanación y ofrecedle todo mi amor. Y,
cuando celebre la misa, no permitáis que caiga ninguna partícula consagrada al
pavimento para que no sea pisada por la gente.
Oh ángel de Dios, ruega por mí para que siempre ame a Jesús y no diga ni haga
nada que lo ofenda. Que mis ojos sean puros para mirarle y mi boca esté limpia para
hablarle. Que mi corazón sea puro para él y que todo mi ser y mi vida entera sea una
ofrenda permanente en su honor y para su gloria.
¡Oh, qué hermoso es para mí pensar que un ángel del paraíso está siempre junto
a mí! En cualquier lugar donde me encuentre estoy bajo su vista y me cuida y me
protege en todo momento. Aunque esté dormido, él vela junto a mí y ora por mí. ¿Cómo
podré, ángel mío, agradecerte por tantas bendiciones que Dios me ha dado por medio de
ti?
Quiero evitar todos los malos pensamientos y malas palabras o acciones que te
ofendan, porque te amo y quiero ser tu amigo para siempre. Y contigo amar cada día
más a Jesús y a María, mi querida Madre.
Amén.
Cúbreme con tus alas, ángel mío.
Cuídame en esta vida que es muy corta,
aunque muy trabajosa su carrera.
Y en ella necesito de tu ayuda para salir airoso en la tarea.
Y, cuando Dios venga a juzgarme,
en la última tarde de mi historia,
recíbeme entre tus brazos muy alegre,
porque quiero vivir contigo eternamente.
Ángel de mi guarda, dulce compañía,
no me desampares ni de noche ni de día.
No me dejes solo que me perdería.
Asistidme en mi última agonía.
Hasta que descanse en los brazos
de Jesús, José y María.
Ángel de mi guarda, dulce compañía,
no me desampares ni de noche ni de día.
Si me desamparas, ¿qué será de mí?
Ángel de mi guarda, ruega a Dios por mí.
Ángel de Dios,
lucero de amor,
ilumina mi vida
y guíame a Dios